domingo, 29 de diciembre de 2013

LA INFLAMACIÓN, NEXO COMÚN ENTRE LA OBESIDAD Y LA DISBIOSIS INTESTINAL

    El Síndrome Metabólico engloba una serie alteraciones metabólicas que expresan en su conjunto una mayor predisposición a padecer enfermedades cardiovasculares y/o diabetes II. El cuadro generalmente comprende las siguientes alteraciones:
  • Obesidad, principalmente de tipo central y visceral.
  • Hipertensión arterial.
  • Resistencia a la insulina.
  • Bajos HDLs.
  • Elevación de los triglicéridos.

 El origen, aunque dispar, siempre está fuerte interrelacionado. En un primer momento podemos explicar este síndrome por la alimentación. Efectivamente, un consumo elevado de azúcares, grasas parcialmente oxidadas, y un exceso calórico, predisponen al aumento del tejido adiposo, el cual se expande con el fin de poder albergar en forma de triglicéridos el balance positivo de energía. Pero a la vez que se va desarrollando el tejido adiposo aumenta la presencia de macrófagos, los cuales inhiben la diferenciación de preadipocitos a adipocitos maduros, es decir, la hiperplasia, por lo que llegados a cierto punto, la única manera que hay para poder albergar el exceso calórico es a través de la hipertrofia del adipocito, que al no ser ilimitada obliga finalmente al almacenamiento ectópico, es decir fuera del propio tejido adiposo, infiltrándose en diferente órganos y tejidos, desencadenando lipotoxicidad. Pero el tejido adiposo no es un órgano inerte, sino que funciona como un auténtico órgano endocrino que produce un gran número de moléculas llamadas adipocitoquinas como el factor de necrosis tumoral alfa (TNFα), interleuquinas, adiponectina y leptina entre otras muchas más. El TNFα estimula la producción de de IL-6, y esta a su vez, en el hígado aumenta la PCR. Se ha establecido que la PCR puede causar resistencia a la leptina. La leptina, es una hormona segregada en proporción al tejido adiposo que informa al sistema nervioso central de la suficiencia energética promoviendo un mayor gasto energético y disminuyendo la ingesta de alimentos, además la leptina impide, mediante la activación de AMPK en el tejido muscular y hepático, la acumulación ectópica de los lípidos previniendo así la lipotoxicidad antes mencionada, pero en la resistencia a la leptina se actúa como si las reservas en realidad estuviesen disminuidas, lo que produce el efecto contrario. Además TNFα causa resistencia a la insulina al producir defectos en la fosforilación de su receptor, disminuyendo la captación de glucosa.

   También hemos visto como el exceso de cortisol o hipercortisolismo produce una sintomatología similar a la mencionada. Posiblemente debida a la capacidad que tiene este glucocorticoide para anular la actividad de AMPK en el tejido adiposo, lo que desencadena un aumento de la grasa visceral productora de citoquinas inflamatorias. El cortisol además regula el metabolismo reduciendo el consumo de calorías, por inhibición de proteínas desacoplantes UCPs, al disminuir la conversión de la hormona T4 a T3, y facilitando con ello el aumento de peso. También sabemos que propicia el aumento de glucosa en sangre agravando los problemas de resistencia a la insulina.

   Pero una de las funciones que suele pasar desapercibida del cortisol es la de regular la respuesta inmune al inhibir la producción de citoquinas inflamatorias como la IL-6, lo que finalizaría el proceso inflamatorio,  impidiendo los efectos deletéreos que esta citoquina inflamatoria podría ocasionar en nuestro organismo, pero la exposición continua al cortisol, propio de un estado de estrés crónico (y la obesidad lo es) tiene la capacidad de desensibilizar los receptores de glucocorticoides en células inmunitarias como monocitos y macrófagos impidiendo el control que dicho glucocorticoides tiene sobre la inflamación. De hecho parece haber una correlación positiva entre el índice de obesidad, la inflamación y los niveles de cortisol, sin que este último pueda desactivar la respuesta inflamatoria que la obesidad ocasiona, ¿hablamos de otra nueva resistencia?, tal vez... pero lo que si parece cierto es que niveles de cortisol están implicados en la resistencia a la insulina, siendo sus niveles elevados en sangre el mejor predictor de esta.

   También podríamos tratar de explicar el síndrome metabólico por una alteración de la microbiota intestinal. Sabemos que las personas obesas presentan una flora intestinal diferente a la de las personas delgadas, con una mayor proporción de Firmicutes y una consecuente disminución de Bacteroidetes. Esta modificación del perfil de la microbiota intestinal, en realidad no nos dice si es la causa o más bien la consecuencia de la obesidad. Pero si parece demostrado que una alimentación occidental rica en calorías parece aumentar la población de firmicutes, los cuales están más capacitados romper las largas moléculas de azúcares (polisacáridos) contenidos en determinados alimentos, reintegrando una mayor cantidad de energía en forma de monosacáridos y ácidos grasos de cadena corta que de otro modo sería desaprovechadoes decir, la microbiota de las personas obesa es mucho más eficiente en la extracción de energía de los alimentos.  Pero además de esta mayor eficiencia de los firmicutes, más bien relacionada con el aumento del peso corporal, también estarían implicados de modo directo en la inflamación. El mecanismo de momento es desconocido, pero parece ser que estas bacterias permiten el paso  a través de la mucosa intestinal de los lipopolisacáridos o endotoxinas que son parte de las membranas externas de las bacterias gram-negativas, que al unirse con los receptores de reconocimiento celular de las células del sistema inmune innato Toll-like (TLR) estimulan la liberación de citoquinas inflamatoria como TNFα y IL-6, que como hemos visto están relacionadas con la resistencia a la insulina. Esta inflamación de bajo grado puede afectar a todo el organismo y aún siendo muchísimo menos intensa que la originada por una infección bacteriana, tiene la capacidad de perpetuarse contribuyendo de este modo a la aparición del síndrome metabólico.

   Como vemos, la obesidad y la alteración de la microbiota intestinal son dos condiciones que aumentan la inflamación, siendo esta la causa subyacente en las distintas resistencias hormonales, pero que duda cabe que estas alteraciones suponen un estrés añadido que aumenta los niveles de cortisol, pues en definitiva el cuerpo lo percibe como una agresión. Las tres podrían explicar por sí misma el síndrome metabólico, pero en realidad todas ellas juegan la misma partida, alimentando este proceso pernicioso hasta el final.

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