viernes, 31 de mayo de 2013

LA OBESIDAD, UN AUTÉNTICO ROMPECABEZAS (3ª PARTE)

(Continuamos con éste tercer post)

    Ayer finalizábamos viendo como las personas con diabetes tipo 2 y las personas obesas tenían un cociente respiratorio (CR) elevado durante la fase de ayuno, es decir, éstas personas dependían más del metabolismo de la glucosa que el de los ácidos grasos, el cual hubiese sido el adecuado.

     Por otro lado, hace más de 50 años se sabía que durante un ayuno nocturno se consumía principalmente ácidos grasos,  y posteriormente también se descubrió que personas delgadas y con una buena condición aeróbica  tenían una mayor capacidad para oxidar grasas.



   Recapitulando:
  • Personas con síndrome metabólico presentan una disminuida utilización de los ácidos grasos en la fase de ayuno y también durante el ejercicio
  • Personas delgadas y deportistas presentan un aumento en la utilización de los ácidos grasos durante la fase de ayuno y durante el ejercicio.
     Las personas obesas y/o resistentes a la insulina presentan una mayor incapacidad de su músculo esquelético para incrementar la oxidación de las grasas en determinadas situaciones. De éste modo, podemos determinar que el músculo esquelético juega un importante papel a la hora de determinar la sensibilidad a la insulina al ser donde se produce una mayor utilización de glucosa en respuesta a los niveles de altos de insulina.

    Podemos decir pues, que esa FLEXIBILIDAD METABÓLICA, de la que parte originariamente el ser humano, nos permite cambiar fácilmente entre la oxidación de ácidos grasos o de glucosa en función de la situación requerida, y la perdida de ésta facultad, como la manifestada en el síndrome metabólico, nos impide hacerlo con eficacia.

   Es decir, las personas que en mayor o menor medida presentan INFLEXIBILIDAD METABÓLICA, no solo se encuentran más incapacitadas para utilizar la glucosa, recordemos que la insulina es la hormona encargada de conducir la glucosa al interior de la célula para su posterior oxidación en la mitocondria, sino que también presentan una menor oxidación de ácidos grasos. Podemos concluir de éste modo, que el músculo esquelético de éstas personas responden de forma inadecuada tanto al ayuno como a la estimulación por parte de la insulina. CONCLUSIÓN: la inflexibilidad metabólica te predispone a ganar peso.

    A medida que vamos perdiendo esa plasticidad metabólica, (donde los disruptores endocrinos tendrían mucho que decir) nuestra tendencia a engordar aumenta progresivamente, y de éste modo entramos en un círculo vicioso, que va aumentando nuestra insensibilidad a la acción de la insulina y perdiendo de éste modo la capacidad para obtener energía de los alimentos, y si éstos no son oxidados, automáticamente son almacenados como tejido adiposo.

     Hemos de tener en cuenta que la pérdida de flexibilidad metabólica impide a nuestras células obtener energía de los alimentos, por lo que al verse impedidas de un combustible adecuado para funcionar con eficacia, emitirían una serie de señales de alarma que serían percibidas por nuestro cerebro como un estado de ayuno; mediante hormonas como la grelina se estaría informando de esa supuesta necesidad, pero además ésta misma hormona favorecería la acumulación de grasa visceral (obesidad), que como ya hemos visto en otras ocasiones está implicada en la aparición de la  resistencia a la insulinahipertensión, aumento de los triglicéridos, etc, es decir la grasa visceral conduce finalmente al SÍNDROME METABÓLICO, por lo que el círculo acaba cerrándose sobre sí mismo. Por otro lado, la leptina que debería poder informar al hipotálamo de la suficiente cantidad de energía acumulada no lo hace con eficacia al inducirse una resistencia a dicha hormona.

    Ése aumento del apetito no hace nada más que empeorar las cosas y arrojarnos definitivamente a la obesidad y de éste modo a una progresiva pérdida de salud y calidad de vida. Una persona que ha perdido su flexibilidad metabólica sería aquella acostumbrada a llevar infinitas dietas que siempre acaba abandonando, porque en definitiva su apetito será siempre voraz e insaciable, y ésto es así porque las células de su cuerpo se han vuelto ineficaces a la hora de obtener energía de los alimentos y/o de su tejido adiposo almacenado. Cuando una persona es flexible (metabólicamente hablando) podría pasar muchas horas en estado de ayuno sin mostrar por ello la más mínima alteración de su organismo, pues éste se vería capacitado para utilizar con eficacia los ácidos grasos de su tejido adiposo, pero en cambio una persona que ha perdido definitivamente ésta capacidad mostraría al cabo de las pocas horas un apetito desmedido, pues las células de su cuerpo al no poder oxidar con eficacia los ácidos grasos no tardarían en acusar la falta de combustible.

    Pero la obesidad no es un mecanismo inocente de simple acumulación de tejido adiposo; en ese proceso se generan una serie de perjuicios que alteran definitivamente nuestro organismo apartándonos progresivamente del estado de salud óptimo. En un primer momento, la perdida de flexibilidad nos posibilitará acumular algunos kilos de más, aunque tampoco nada importe al principio, pero ese progresivo apetito redundará en que poco a poco vayamos centrándonos en alimentos altamente PALATABLES, densos en calorías, como azúcares y grasas como forma rápida de obtener energía, ésto tiene dos consecuencias, primera que impedimos aún más la utilización de los ácidos grasos como fuente de energía, incluso en situación de ayuno (los niveles elevados de glucosa e insulina lo impediría) y segunda que alteraríamos nuestras bacterias intestinales produciéndose un sobrecimiento de aquellas especializadas en obtener energía de los hidratos, ésto a su vez tiene otras dos consecuencias más, por un lado, que éste desequilibrio altere nuestra mucosa provocando  una permeabilidad intestinal y por otro que parte de esa energía procedente de los hidratos que hubiese sido desechado sin más sea transformada en ácidos grasos de cadena corta y nos aporten más calorías de los alimentos. Pero también hay que tener en cuenta que la alteración de nuestra mucosa produce un aumento de la inflamación a nivel intestinal y también posibilita que proteínas extrañas entren en la circulación y se produzcan reacciones inmunes, aumentando la inflamación a nivel sistémico. Éstas citoquinas inflamatorias tienen la capacidad de inducir resistencia, no solo a la insulina sino también a muchas otras hormonas (como podría ser el caso de la leptina o las hormonas tiroideas). En resumidas cuentas, a medida que éste proceso se agrava, dos jugadores comenzarán a tomar mayor protagonismo en ésta escena que acabaran por llevar la balanza al lado equivocado, me refiero a  la INFLAMACIÓN y la OBESIDAD.

    La secuencia podría ser más o menos como sigue:

   Flexibilidad metabólica >  disruptores endocrinos  > perdida de flexibilidad > aumento tejido adiposo > mayor sensación de hambre > aumento de tejido adiposo  >  inflamación  > síndrome metabólico  > diabetes >.....

    A medida que nos alejamos del primer punto, éste proceso aumenta la velocidad y el deterioro orgánico. La pregunta que nos podemos hacer ahora es: ¿cómo revertir éste proceso pernicioso?, la cuestión no es sencilla..., bueno todos conocemos casos de personas desesperadas por salir de éste circulo vicioso con infructuosos resultados. Pensemos el "negocio" montado entorno a la obesidad, y la cantidad de miles de millones de euros que se mueven no sólo en investigación, sino en productos, dietas, píldoras milagrosas, medicamentos, operaciones, tratamientos estéticos, etc, etc, etc, pero si a todo ésto añadimos las patologías asociadas a la obesidad creo que los ceros de ésta cuenta se dispararían de forma estremecedora,  ¿verdad?. ¿Significa que no se puede hacer nada?, no claro que se puede hacer, pero si no se hace es porque NO ES FÁCIL.

   La única manera de volver a la senda del equilibrio es llegar a ése primer punto, o al menos acercarnos lo máximo posible, pero ¿cómo?, ¡esa es la gran cuestión!. Realizar una dieta, me da igual la que sea, Dukan, Paleodieta, la Zona, Atkins, la del endocrino de turno, la de mi amiga Remedios, la de los Espartanos, la de Luna, o la del Cucurucho, no sirve de gran cosa si no volvemos a adquirir nuestra originaria FLEXIBILIDAD METABÓLICA, porque a esa perdida de peso inicial le vendrá tarde o temprano un nuevo aumento de tejido adiposo debido a la ineficacia de nuestro cuerpo a la hora de obtener energía de los alimentos, por tanto mientras eso no se arregle, todo esfuerzo que se realice será baldío. Seguiremos hablando de ésto.

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