lunes, 1 de abril de 2013

¿CUÁNDO ABANDONAR UNA DIETA LOW CARB?

   El equilibrio del cuerpo humano impone el consumo de una serie de sustratos energéticos en su justa medida..., la pregunta del millón sigue siendo la proporción exacta. Pero como vimos en el tema de la flexibilidad metabólica, decantarnos por un macronutriente en lugar de otro puede tener una serie de consecuencias; el ser humano necesita hidratos, proteínas y grasas, no somos ni carnívoros puros ni vegetarianos, el acercarse a cualquiera de éstos dos extremos sin presentar ningún problema no implica necesariamente que ése sea el camino más adecuado. No hemos de dejarnos engañar por nuestra capacidad adaptativa o flexibilidad metabólica, para obtener unas conclusiones que pueden ser erróneas.

    El ser humano puede llevar una dieta cetogénica durante meses e incluso años sin mostrar por ello ningún signo de desgaste, o por el contrario, alimentarme exclusivamente de vegetales y no "resentirse" por ello. A donde quiero llegar con todo ésto, es que el hombre se puede mover con relativa facilidad con un consumo ampliado de cualquiera de los sustratos energéticos más importantes, pero creo poder afirmar que no es lo más adecuado.



  Cuando nos acercamos a una dieta cetogénica, hemos de meditar las razones que nos llevan a adoptar ésta decisión. Las dietas low carb pueden ser una herramienta perfecta para perder tejido adiposo con relativa facilidad, (e incluso muy positiva para determinadas enfermedades) y sobre todo para aquellas personas que presentan una intolerancia a la glucosa (síndrome metabólico), pudiendo ser mantenidas durante un tiempo más o menos dilatado, pero hay una serie de consideraciones que hemos de tener en cuenta, porque nos estarían indicando que su eficacia comienza a diluirse.

    En primer lugar, hemos de pensar que nuestra capacidad de adaptación es enorme, de hecho podríamos señalar ésta característica como el signo distintivo esgrimido por el ser humano durante toda su evolución, pero ésta singularidad puede convertirse en un arma de doble filo que ha de tenerse en cuenta para evitar diluir los beneficios obtenidos al redundar en su uso.

   La dieta cetogénica es una herramienta adecuada para la pérdida de peso, e incluso con ella podemos acentuar determinadas capacidades físicas e intelectuales al ser un combustible de primer orden para el cerebro y músculo esquelético; pero el tiempo, siempre juega en nuestra contra.

  La constante adaptación que las circunstancias cambiantes de un entorno complicado impusieron, diseñaron esa disposición única para poder sobrevivir incluso en las condiciones más adversas. Significa ésto, que el ser humano no se alimentó durante su evolución con un único sustrato, sino más bien las circunstancias obligaron a un cambio constante en sus patrones alimenticios. Y ésto sigue siendo así hoy en día; por tanto, si llevamos un tiempo en una dieta low carb, y vemos que los beneficios iniciales desaparecen significa que es hora de cambiar.

   Con una dieta cetogénica o baja en hidratos podemos perder con relativa facilidad una determinada cantidad de tejido adiposo, pero a medida que nos acercamos a nuestro peso óptimo, las cosas comienzan a complicarse. El cuerpo tiende al equilibrio, y aunque es cierto que esa capacidad adaptativa le impone un constante cambio,  forzar en exceso las cosas puede dar al traste incluso esa enorme plasticidad.

  Y ésto es así, porque al llegar a un determinado punto, el cuerpo puede comenzar a considerar que algo grave está sucediendo. En primer lugar, nuestros niveles de leptina descienden dramáticamente; hay que recordar que es una hormona secretada por nuestro tejido adiposo en proporción a su cantidad, ésto supone una primera señal al hipotálamo, que le indica que hay poco combustible almacenado, lo que da lugar a una serie de medidas contrarreguladoras que tienen como fin disminuir el gasto energético y aumentar la sensación de hambre, por otro lado, hemos de tener en cuenta que las dieta low carb pueden suponer una disminución considerable de la glucosa disponible para los tejidos, y aunque se funciona principalmente con los cuerpos cetónicos, éstos pueden no ser suficientes como para satisfacer toda la demanda energética, por lo que el glucagón y el cortisol podrían ser secretados con el fin de elevar ese azúcar en sangre, lo que supondría un nuevo problema añadido.

   El cortisol segregado por nuestros bajos niveles de glucosa en sangre tienen como misión primordial, asegurar el abastecimiento de ésta al cerebro, para ello evita que sea utilizada por el otro gran consumidor de glucosa: el tejido muscular. El mecanismo empleado para ello, es inducir una ligera resistencia a la insulina en éste último tejido.

   Nuestros músculos, a pesar de estar rodeados de glucosa, no pueden utilizarla con eficacia debido a esa resistencia a la insulina, pero al no consumirse, sus niveles comienzan a aumentar, lo que da lugar a que el páncreas segregue más insulina para reducirlos, es decir, tenemos dos hormonas que están tratando de ejercer funciones antagónicas...,en ésta situación, el DESEQUILIBRIO HORMONAL puede darse por instaurado en nuestro organismo, y las consecuencias pueden ser las siguientes, en primer lugar, nuestros músculos se quedan sin combustible, a pesar de haber cantidades elevadas de glucosa en sangre, por otro lado, los niveles altos de insulina impiden que los ácidos grasos se utilicen con tanta eficacia; ésto tiene una consecuencia grave; si nuestros ácidos grasos no pueden llegar al ciclo de beta-oxidación en la mitocondria, el Acetil Coa formado será insuficiente para inducir la creación de cuerpos cetónicos, lo que significa que el efecto protector de éstos sobre nuestra musculatura desaparece, por lo que comenzaremos a degradar cada vez más tejido muscular en el proceso de gluconeogénesis, agravando aún más éste proceso.

   Y ésto es lo que podríamos estar viendo en muchas personas, que después de llevar un tiempo dilatado en una dieta cetogénica o low carb, comienzan a mostrar algunos síntomas de ese desequilibrio hormonal como puede ser: perdida de masa muscular, aumento del tejido adiposo abdominal, cansancio (nuestras células se encuentran sin combustible), irritación, insomnio (hay que tener en cuenta que la adrenalina es otra hormona de estrés que se encontrará también elevada), etc, etc, etc. Pero además, todo éste proceso puede empeorar aún más por una dieta excesivamente baja en calorías (creo que ésto es importantísimo),  una actividad física extenuante, y problemas personales que puedan añadir más estrés a ésta situación.

  Por todo ello, y dependiendo del grado de desajuste hormonal, las consecuencia pueden ser más o menos severas, y pueden ir desde un estancamiento en la pérdida de peso, hasta los síntomas más graves, como los ya mencionados.

  Resumiendo si nos encontramos en una dieta baja en hidratos y vemos que comenzamos a padecer alguno de éstos trastornos, creo que es hora de abandonar por un tiempo éstos patrones alimenticios y comenzar con un aumento de los carbohidratos y de las calorías, además de disminuir la intensidad de nuestros ejercicios físicos. Ya habrá tiempo de volver a éstos planteamientos dietéticos en un futuro, si ello fuese necesario.

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