lunes, 29 de octubre de 2012

LA LESIÓN Y LA ENFERMEDAD I


     En un principio, ésta entrada iba a estar dedicada completamente a las lesiones, y principalmente a las de espalda, pero he decido que mejor hacerlo en dos post distintos. Utilizaré éste primero para hablar de forma general, de las similitudes entre lesión y enfermedad, a las que considero que en muchas ocasiones comparten la misma etiología. Y ya en el segundo, trataré más específicamente los problemas de espalda en general, y de las hernias discales en particular, y del camino que seguí hasta su curación.

  Todos, en un determinado momento, nos hemos visto obligados a parar, en nuestros entrenamientos por culpa de una lesión o una enfermedad. Pero lo que debemos considerar, es que en la vida nada acontece de manera fortuita, y pensar que su presencia es fruto de la casualidad, parece dejar nuestra propia responsabilidad fuera de su alcance. Pero nada más lejos de la realidad, los hechos pueden suceder sin que tengamos conciencia de ellos, pero eso no significa que no podamos seguir su curso e inferir sus futuras consecuencias.

  En el caso concreto de una lesión o enfermedad, tenemos dos opciones: atribuirla a un hecho casual que sucede a pesar nuestro, o podemos considerar que somos participes de lo que para bien o para mal nos acontece. El considerar la primera de las alternativas como la plausible, limita nuestra capacidad para prevenir o evitar futuros acontecimientos que modifiquen nuestro estado de salud. Pero comprometernos de manera responsable con los sucesos que limitan nuestra integridad, nos posibilita un margen de acción para  interferir en su curso,  acelerar la recuperación de los procesos ya instaurados, y establecer las pautas para evitar futuras recaídas.       

 Son muchas las señales que el cuerpo puede mandar cuando, por distintos motivos, su integridad se ve comprometida. El problema radica principalmente, en que la sutiliza con las que trata de llamar nuestra atención, son en muchos de los casos, imperceptibles a nuestra consciencia, al no ser que estemos prevenidos en su existencia.

   Éstos testigos encendidos, nos pueden estar avisando de una casi segura avería en el futuro. El abordar los problemas en éste primer momento, puede desbaratar de manera definitiva la aparición de las complicaciones que a buen seguro aparecerán tarde o temprano. Muchas de éstas señales pueden ser de origen físico y otras en cambio afectar a nuestro estado de ánimo. Entre las primeras podemos encontrar señales como la de sentirnos entumecidos y con necesidad de realizar  estiramientos constantemente, pequeños puntos dolorosos en zona lumbar,  dorsal, cervical, o en las articulaciones,  falta de congestión muscular, debilidad muscular, pulsaciones más rápidas, disminución del peso, hipotensión postural. Pero no menos importantes son los que aparecen a nivel psicológico: como puede ser la irritabilidad, falta de motivación, problemas de sueño, ansiedad, etc.

   En realidad lo que estamos viendo son los síntomas del sobreentrenamiento, y aquí es donde en realidad, se entrecruzan las distintas alternativas con las que el cuerpo puede evolucionar: o bien con una lesión o bien con  una enfermedad. Y éste sería el punto adecuado donde intervenir para devolver al cuerpo el equilibrio que empieza a declinar. El problema siempre radica, en saber que ésto se esta produciendo.




  Pero no siempre tiene la culpa el entrenamiento, o mejor dicho el exceso del mismo. En muchas ocasiones nuestros hábitos contribuyen a ese sobreentrenamiento. Una mala alimentación, y  un estrés crónico, son el caldo de cultivo necesario para que un entrenamiento normal pase la barrera de lo asumible y se convierta en un factor de riesgo. De hecho, considero éstos dos factores los iniciadores más importantes de cualquiera de las enfermedades que hoy en día azotan a nuestra sociedad.

   Iniciar una vida saludable con unas pautas de alimentación más correcta, junto con un control del estrés, pueden dotar al cuerpo de una mayor resistencia, no solo para soportar entrenamientos más duros, sino también para evitar la aparición de futuras enfermedades.

   Sobre la alimentación y el estrés hemos hablado en otras entradas anteriores, pero ahora vamos a incidir en las pautas a tomar una vez que el sobreentrenamiento sigue su curso y nos aboca a una lesión o una enfermedad. Generalmente las enfermedades derivadas del sobreentrenamiento suelen ser de tipo infeccioso al tener la inmunidad específica disminuida, y habitualmente suelen ser poco importantes en sus omienzos. Pero las lesiones pueden variar y mucho en su gravedad, que pueden ir desde pequeñas roturas musculares, hasta fracturas óseas por estrés, y hernias discales, etc.

  Si pasados por alto los primeros indicios de sobreentrenamiento, evolucionaran hasta generar una lesión, deberemos ser consciente, que en la vida nada ocurre por causalidad y que todo (bueno, casi todo) podría haberse evitado. Pero cuando en los primeros estadios no somos capaces de reparar en la existencia en esas primeras señales que se nos envía el propio cuerpo, lo más lógico es que cualquier degeneración siga su camino. El adquirir una inercia, constituye de por sí el inicio de un estado, en el que se irá profundizando progresivamente en el deterioro, al no ser que, percatados de su establecimiento, seamos capaces de aplicar  la energía necesaria, para evitar su continuación. Es decir, una vez que en el cuerpo se instala un proceso degenerativo, es muy difícil revertir el mismo, puesto que el inicio y su posterior continuación, suponen una serie de factores predisponentes que de no ser modificados continuarán alterando nuestro equilibrio interno.






Por tanto, cualquier lesión o enfermedad acaban instaurándose en el organismo después de una tendencia de desequilibrio generados por factores de muy diversa índole, donde pueden jugar un papel importante, no solo la alimentación, y el estrés mencionados, sino y dentro de la actividad deportiva, la técnica inadecuada o el uso de cargas excesivas. Revertir dichos procesos patológicos una vez que son el resultado de una tendencia, requiere averiguar la relación de nuestras emociones y estado físico con dicha degeneración. Saber realmente que es lo que se ha estado haciendo mal ( que en realidad no es ni bien ni mal), no es una labor sencilla, puesto que la relación causa efecto queda diluida en el tiempo, y por ello difícil de relacionar determinados acontecimientos con procesos patológicos. Lo que tiene que quedar claro es, que nuestra forma de vida, para bien o para mal, va a tener una serie de consecuencias en nuestra salud. Si un proceso lesivo o enfermedad se encuentran ya plenamente instaurados, requerirá de una exhaustiva revisión de nuestros actos, con el fin de discernir que es lo que ésta detrás de una patología concreta.

   Sólo de éste modo podremos, detener dichos procesos y en su caso revertir la enfermedad o lesión, en cuestión.

  La pregunta que cabe hacerse, cuando la degeneración ha causado ya un daño en nuestro organismo es la siguiente: ¿qué es lo que puedo hacer para recuperar mi estado de salud?. Son muchas las lesiones o patologías que se asientan después de muchos años realizando alguna actividad que podemos denominar como factor o factores desencadenantes. Solamente cuando dichos factores desaparecen, la posibilidad de revertir los procesos iniciados, aumentan. Pero también cabe la posibilidad, que como consecuencia de la degradación sufrida, sea ya imposible obtener una recuperación completa. Por ello atajar los problemas cuanto antes, nos da mayor expectativas de éxito.

  Son bastantes, las personas que después de muchos años de degradación física y psíquica, desarrollan enfermedades más o menos graves, una de las más terribles puede ser el Cáncer, a la que podríamos considerar como el estadio final de los procesos patológicos instaurados en el organismo. Cuando ésto ocurre la ciencia médica tiene una serie de procedimientos, como es la cirugía para eliminar el tejido afectado, así como la aplicación de Quimioterapia y Radioterapia. Finalizado dicho protocolo, sin haber sucumbido, a pesar del mismo, nos pensaremos curados. Entonces es cuando yo me pregunto: ¿qué aspectos de tu vida vas a cambiar para evitar que ésto vuelva a ocurrir?. Si la respuesta es nada, posiblemente en unos años te tengas que ver nuevamente las caras con ésta enfermedad.

   De todos modos no hay que llegar a éstos extremos. Volviendo nuevamente al tema de las lesiones, hemos de aplicar los mismos criterios mencionados. Cuando nos lesionamos hemos de realizarnos la misma pregunta ¿por qué ha sucedido ésto?, y en nuestra respuesta sincera podremos encontraremos la causa desencadenante: Mala alimentación, estrés psíquico, sobreentrenamiento, mala técnica de ejecución, cargas excesivas, infecciones, etc, etc.

 "Si somos capaces de aprender de la enfermedad, tendremos más posibilidades de reconducir nuestra vida nuevamente a la senda del equilibrio y la virtud, pues ella nos indica simplemente, que el camino seguido es incorrecto. Hagamos que nuestras debilidades, materializadas en la patología, se conviertan en nuestras fortalezas, y así de éste modo,con nuestros desequilibrios corregidos, afrontar nuestra existencia con la plenitud que nos corresponde".



  Si de algo soy un experto, es de lesiones. He tenido prácticamente todas, desde: pequeñas roturas, a tendinitis varias, pasando por roturas grandes, hasta una masiva hernia discal. Siendo ésta última, la que supuso realmente tomar conciencia de que mis actos estaban teniendo una serie de consecuencias negativas en mi salud, y que había que poner fin una vez por toda a ésta serie de alteraciones.  En el siguiente post continuaré con los cambios que tuve que realizar para curar completamente mis problemas de espalda.








No hay comentarios:

Publicar un comentario